
Decía Oscar Wilde que, cada uno de nosotros, tenemos nuestro propio cielo e infierno en nosotros mismos. El escritor Stephen King lo tuvo en cuenta para la creación de una de sus obras más insignes: El resplandor.
El círculo de Stephen King
El escritor ha estado trabajando largo tiempo en un nuevo manuscrito. Es otra época. Puede juntar letras y ver cómo el manuscrito crece gracias a la máquina de escribir. Su historia lucha por brotar de su mente y no sabe si es lo suficientemente rápido, mientras esas ideas luchan por escapar. ¿Cuánto se queda por el camino?
Regresa a casa esperando seguir con esos personajes. Piensa que si los deja esperar mucho tiempo a la nueva escritura, se quedarán fríos y ya no servirán. Y tiene un par de sucesos que añadir. Incluso, tal vez, algún cliffhanger. Maldita sea, debe escribir. Ha nacido para ser escritor y piensa en esas claves: no es volver a casa para poner una lavadora, sacar la basura o preparar la cena (que también), sino que su llegada incluye ver ese manuscrito, resolver tramas y buscar algo que conmueva al lector. Es su forma de vivir.
Y lo que encuentra… vaya, lo que encuentra le deja sin aliento. Peor que un monstruo de Lovecraft, un vampiro de Matheson o un marciano con el rostro de un ser querido perdido.
Halla a su pequeño hijo de cuatro o cinco años, el mediano, revoloteando en torno a las hojas del manuscrito. Las ha cogido y se ha dedicado a desperdigarlas por toda la habitación mientras nadie vigilaba. Ha cogido ceras de colores y se ha dedicado a escribir encima. Grandes dibujos y colores llenos de viveza, eso es lo que queda sobre la tinta de la máquina de escribir.
Un atisbo de resplandor
En ese momento, el escritor no sabe lo que sentir. No hay copia de seguridad, solo un manuscrito convertido en garabatos. Se agacha y coge un par de páginas mientras su hijo sonríe. El pequeño ha escrito cosas como «te quiero, papá» y ha dibujado a ambos. El crío pensaba que eso sería una buena forma de expresar su amor por su padre.
Y el escritor abraza a su hijo, mientras años después confesará qué pensó: «pequeño hijo de perra».
Aquel suceso inspiró una novela titulada El resplandor, que sería llevada al cine en dos ocasiones.
El escritor no era otro que Stephen King en persona, que poco después visitaría un hotel que inspiraría algunos eventos de esa batalla que se libra en la novela y en la que él fue partícipe debido a sus problemas con el alcoholismo y el trabajo.
El «pequeño hijo de perra» era Joe Hill y se acabó convirtiendo en el autor de novelas como El traje del
muerto o Cuernos. En una entrevista, declaró que se sentía orgulloso de haber inspirado a su padre esa novela.
El círculo no se cierra.
Las historias nos esperan incluso cuando no las buscamos y esta os confieso que está basada en un hecho real, pero bien valía la pena rescatarla, porque contenía esa ficción que lo es todo.
En 1974, Stephen King y su familia decidieron pasar unas vacaciones en el hotel Stanley en Colorado. El escritor había rozado el límite en varias ocasiones: no encontraba el material de su siguiente novela, su problema con el alcohol era cada vez más grave y había llegado a perder los nervios cuando pillaba a uno de sus niños pintarrajeando alguno de sus manuscritos. Se alojaban en la habitación 217. Estaban fuera de la temporada vacacional y el hotel estaba desierto salvo por ellos. Y una música siniestra sonaba en cada pasillo… Ese fue el comienzo de su siguiente novela: El resplandor.

Shine on you, Crazy Diamond
Si Carrie fue una novela sobre la crueldad del acoso escolar y Salem’s Lot una reinvención del mito vampírico, en El resplandor, Stephen King realizaría un homenaje a las historias de sus padres de la ficción: la escritora Shirley Jackson y La maldición de Hill House (llegando a citarla) y el autor Richard Matheson, creador de obras como Hell House (La casa infernal).
No serán las únicas influencias de King, que se sumaría a toda la amplia tradición de cuentos, novelas y películas sobre casas encantadas, citando también El albergue de Guy de Maupasant o La máscara de la muerte roja de Edgar Allan Poe, el gran escritor estadounidense con el que King comparte no solo la creación de ambientes tétricos y personajes atormentados, sino también el demonio en una botella.
Quizá por el ka, en 1974, mientras King tenía la idea para esta historia, ocurrieron los funestos hechos de Amityville, donde un joven mató a varios miembros de su familia por unas voces que imperaban en la casa. La realidad y la ficción siempre se acaban mezclando.
El horror humano
Alrededor de demonios humanos e inhumanos, King plantea varios momentos aberrantes y siniestros en los largos y vacíos pasillos del Hotel Overlook, un lugar hambriento e inhumano. Pese a que muchos quieran ningunear el terror y su mensaje, el corazón de la obra es la desestructuración y la destrucción de la familia formanda por Wendy, Jack y Danny.
Jack es un escritor frustrado que no consigue terminar sus obras teatrales; ha abandonado la enseñanza tras un conflicto con un estudiante y, a menudo, ha sufrido ataques de ira que han hecho que maltrate a su mujer y su hijo. Quiere cambiar, dejar la bebida y volver a ser quien era, pero solo se convertirá en un instrumento del Overlook.
Wendy es una mujer que sabe que el amor se ha perdido, pero se aferra a una última oportunidad y tendrá que obligarse a luchar por aquello que más quiere: su hijo Danny, un pequeño de seis años, más adulto que otros niños. Aparte de con un amigo imaginario llamado Tony, cuenta con un poder sobrenatural que le permite conectar con otros personajes: el resplandor, un don que se repetirá en personajes como Jake Chambers de La Torre Oscura y que conecta con la canción de John Lennon: Instant Karma! Será el cocinero del Overlook, Dick Halloran[1], quien enseñe a Danny que su poder es un don que puede ser usado para bien, pero que el Overlook ambiciona.
La sombra del resplandor
Otro personaje elemental de esta obra es el Hotel Overlook, que se reivindica no como un escenario, sino como un ente que mueve las piezas en todo momento. Ambiciona el extraordinario poder de Danny y se sirve de Jack para conseguirlo. Es un lugar alimentado del mal y por el mal. Nunca sabremos si las muertes, los suicidios, los asesinatos y otros hechos violentos ocurridos en sus entrañas, generaron ese espíritu maligno o, desde el principio, ese ente manipuló a sus habitantes para convertirse en monstruos.
En sus pasajes, el tiempo se ha detenido; cada habitación, cada pasaje, cada reloj repite una historia siniestra. Si bien maligno, su sentimiento de omnipotencia juega contra él al obviar la caldera que, en su interior, guarda su gran debilidad. El Overlook es un lugar hambriento, capaz de acosar con la melancolía y la nostalgia a sus habitantes para hacer que estos le sirvan. Si consigue el poder de Danny, podrá atraer a más a los que devorar en su insaciable sed de mal.
Sobre las adaptaciones
Dicen que se escuchaban golpes en el despacho de Stanley Kubrick. El director buscaba una novela que lo hermanase con el público, tras la fría acogida de sus últimas cintas. Pero cada nueva novela, lo sacaba de quicio y acababa tirándola.
Solo se detuvo una vez, con El resplandor. No es que fuese un libro magnífico, según Kubrick, pero sí que contenía una historia sobre la que podía utilizar todos los elementos que quería trasladar al cine de terror, un género que contaba con una gran acogida por parte del público.
Compró los derechos, cuestión que ilusionó a Stephen King, quien escribió un guion que Kubrick desechó con rapidez. Ese punto ya molestó a King, y más cuando se perdió el mensaje de la obra. Fue así cómo Kubrick llevó al cine la novela.
Su película la acabó en el hielo y en el frío, sin atisbo de redención del padre, más apasionado por los travellings y la steadycam, por la música de Wendy Carlos y el inicio del jump scare, que por la historia de la familia, su fuego, la caldera y, sobre todo, los personajes, con un Jack que degenera de la locura en la locura, con un Jack Nicholson desquiciado.
El problema de King con Kubrick
Hay mucho de Stephen King en el personaje de Jack. Pienso que fue su primera gran obra personal, aunque haya mucho de King en cada una de sus historias. El personaje de Jack degenera, pese a sus intentos de cambiar. Y acaba sumergiéndose en una espiral de locura a través del Overlook, que le recuerda la embriaguez del alcohol.
Cerca del final, Danny logra que su padre se redima y se sacrifique por su familia, permitiendo que la caldera del hotel estalle. Entendemos que King detestase la película de Stephen King, no solo porque donde la novela acaba en fuego y redención, la de Kubrick culmina con locura y hielo, donde el personaje de Jack, el propio Stephen, acaba siendo un villano.

Nuevos resplandores
En los ’90, un Stanley Kubrick hastiado permitió que King recuperase los derechos audiovisuales de El resplandor con tal de que se callase la boca y dejase de criticar la película, y King llevó su guion a una adaptación televisiva donde si bien el mensaje se respeta, los efectos especiales, la atmósfera, las interpretaciones… todo falla por culpa de un Mick Garris que ha adaptado varias obras de King sin el empaque ni la fuerza de las novelas.
Stephen King odió El resplandor de Kubrick, porque no era El resplandor de Stephen King, y lo hizo con un gran ímpetu (aunque citó la película en La llegada de los tres, el segundo libro de La Torre Oscura) y no fue hasta la adaptación de la secuela del libro Doctor Sueño, de manos de Mike Flanagan, que hermanaba las novelas y las películas, que King “perdonó” la atmosférica, pero fallida hasta cierto punto, El resplandor de Kubrick.

Entre fuego y pérdida
El resplandor es una de las obras imprescindibles de Stephen King, que dado que sus adaptaciones no han captado el ambiente perturbador (en el caso de la miniserie televisiva) o su mensaje (en la versión de Kubrick), sigue siendo una novela de lectura más que recomendable. King escribe una novela plagada de momentos originales, perturbadora, aunque en algún instante se vuelva reiterativa. Puede que la historia sea ya tan conocida que se haga lenta cuando busca crear tensión sobre qué pasará, como la llegada de Halloran al Overlook, o las constantes digresiones.
Stephen King logaría, gracias a El resplandor, consagrarse en un género que ha hecho grande, porque más allá de lo escabroso o lo siniestro, su auténtico mensaje es la humanidad y el terror que tenemos cada uno de nosotros en nuestro interior, nuestro cielo y nuestro infierno, nuestro propio Overlook.
«El mundo es un lugar difícil, Danny. Un lugar que se desentiende. No nos odia, ni a ti ni a mí, pero tampoco nos ama. En el mundo suceden cosas terribles, y son cosas que nadie es capaz de explicar. Hay gente buena que muere de forma triste y dolorosa, y deja solos a quienes lo amaban. A veces, pareciera que únicamente los malos gozaran de salud y prosperidad. El mundo no te quiere… Pero empéñate en seguir adelante. Esa es tu misión en este mundo difícil, mantener vivo tu amor y seguir adelante, no importa lo que pase. Rehacerse y seguir, nada más, eso es todo».
[1] King ha sido acusado en diversas ocasiones de tener a crear personajes que cumplen la ideal de negro mágico, que podemos ver en La milla verde o Apocalipsis. Pienso que es una presunción tan simplista como aquella de la que se acusa a King.

(El resplandor/Doctor Sueño)
Terror.
Penguin Random House.
2021.
Tapa blanda.
656
https://www.penguinlibros.com/es/novela-negra-misterio-y-thriller/34217-libro-el-resplandor-9788466345675

REDRUM. Esa es la palabra que Danny había visto en el espejo. Y, aunque no sabía leer, entendió que era un mensaje de horror. Danny tenía cinco años, y a esa edad poco niños saben que los espejos invierten las imágenes y menos aún saben diferenciar entre realidad y fantasía. Pero Danny tenía pruebas de que sus fantasías relacionadas con el resplandor del espejo acabarían cumpliéndose: REDRUM... MURDER, asesinato. Pero su padre necesitaba aquel trabajo en el hotel. Danny sabía que su madre pensaba en el divorcio y que su padre se obsesionaba con algo muy malo, tan malo como la muerte y el suicidio. Sí, su padre necesitaba aceptar la propuesta de cuidar de aquel hotel de lujo de más de cien habitaciones, aislado por la nieve durante seis meses. Hasta el deshielo iban a estar solos. ¿Solos?...