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Regresan los hermanos Baudelaire con la segunda temporada de Una serie de catastróficas desdichasFuente.

Hace ya algunas semanas que se estrenó la segunda temporada de Una serie de catastróficas desdichas y lo peor es que… se acaba, tanto esta segunda temporada como una tercera que, seguramente, marcará el adiós a los hermanos Baudelaire. Y sí, además de haber sido una adaptación de las novelas más que correcta, ha marcado el territorio para que otras novelas o sagas juveniles puedan transformarse en series siguiendo un modelo que ya querrían muchas películas que acaban estrellándose antes de despegar.

Continuando lo visto en la primera, en esta segunda temporada vemos material que no había sido adaptado con anteriores como en la película protagonizada por Jim Carrey (ya el final de la primera se había desmarcado de todo esto) y, por suerte, se libra del tema más esquemático que acusaban otros episodios. Los hermanos Baudelaire no pasan de un custodio a otro en esta nueva tanda de episodios, sino que tienen que cambiar el juego, siendo ellos los que se disfracen cuando se les acuse de terribles crímenes y el enfrentamiento contra Olaf y su séquito de monstruos (ahora con novia incluida) se vuelva una batalla donde los secretos parecen condenados a quedarse como tal… o no.

Con un par de nuevas caras como la del gran Nathan Fillion, en esta nueva colección de historias asistimos a un internado bastante destartalado (con la repelente Car-me-li-ta), un ascensor secreto en medio de un inmenso hotel, una villa vil deseosa de librarse de los «pecados» ajenos, un hospital donde a saber quién está cuerdo y quién no, y una feria a la que acude Olaf en busca de respuestas y que deja la puerta abierta para una siguiente entrega (aunque nuestros protagonistas no terminen de la mejor manera posible).

Como siempre, asistimos a una serie de estrategias narrativas, a ese Lemony Snicket que narra todo con una mezcla de ironía y tristeza, con esos momentos que detienen la acción para aumentar el suspense y unos personajes que recogen toda la tradición literaria más oscura para darle un nuevo enfoque en una serie que se ha convertido en lo más destacado del catálogo de Netflix para espectadores como un servidor. Si otros no se suman a este entretenimiento tan sui géneris, que recoge lo mejor de Dickens o la novela picaresca, seguramente lo más acertado que pueden hacer es alejarse (y pegarse un par de golpes en la cabeza, que bien merecido se lo tienen).

Puede que haya echado en falta algún momento tan impactante como el de la puerta de la primera temporada, pero aquí también tenemos algunas sorpresas, a menudo, desagradables, que hacen que no podamos apartar la mirada, por mucho que Snicket nos lo ruegue o advierta.

Si a todo esto añadimos una fotografía y unos decorados interesantes, una música que no está nada mal y un reparto lleno de grandes actores, donde destaca un Neil Patrick Harris fuera de sí, tenemos una de esas series cuyo mayor problema es que, lamentablemente, se acerca su final.

Y, desde el principio, sabemos que no es un final feliz.

Los hermanos Baudelaire se llevan otra «buena noticia». Fuente.
Carlos J. Eguren
autor@carlosjeguren.com
¡Cuidado! No leas esta biografía. ¡Te he dicho que no la leas! Si la lees, estarás condenado… En serio… ¿Sigues leyendo? Luego no me digas que no te lo he advertido: Carlos J. Eguren está muerto, solo que no se ha dado cuenta y sigue escribiendo desde ultratumba. Es escritor en Castle Rock, profesor en Arkham, periodista en Midian, divulgador cultural en Carfax, juntaletras en el omniverso y pasto de los gusanos en todas partes. Ha publicado cuatro novelas: Hollow Hallows, Devon Crawford y los Guardianes del Infinito, El Tiempo del Príncipe Pálido y La Eternidad del Infinito. Ya prepara mediante ouija sus próximas historias que formarán parte del libro de los muertos. Espera volver a aparecerse cuan primigenio cuando pueda escaparse de R'lyeh… Ahora ya has leído su biografía, ahora ya estás maldito. ¡Bienvenido!

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