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El despertar de la Fuerza fue el título del Episodio VII de Star Wars. ¿Un éxito o un fracaso? Fuente. |
«La Fuerza… Los Jedi… Todo ello… es real»– Han Solo.
«Luke Skywalker ha desaparecido». El despertar de la Fuerza arranca con ese macguffin
que nos sitúa varias décadas después de El retorno del Jedi para narrarnos cómo la
Nueva República flaquea bajo los golpes de la Primera Orden, que ha resucitado la
amenaza del Imperio. No hubo final feliz. Nunca lo hay.
El Episodio
VII nace cómo un film que busca ante todo el éxito económico para convertirse
en un nuevo fenómeno y asegurar la franquicia comprada por Disney. Si George
Lucas se basó en algo más para su saga, como una historia o unos personajes,
aquí J. J. Abrams opta por jugar sobre seguro realizando un seudoremake del
Episodio IV que lo empezó todo. Para ello, Disney sacrificó las ideas que Lucas
barajaba para una nueva trilogía (hasta que en 2012 vendió Lucasfilm) y también
se tiraron a la basura muchas de las ideas previas que se habían estado
generando para la trilogía antes de la llegada de Abrams.
Para
resumir, El despertar de la Fuerza tiene una primera hora que, sin ser
original, es bastante entretenida, pero que da paso a una segunda parte más
deshilvanada y carente de alma, donde se tiran por el suelo muchas de las
buenas premisas. Pese al duelo final en el boque, se pierde parte de la fuerza,
nunca mejor dicho, del comienzo de la cinta.
Si en el
Episodio IV, la Princesa Leia ponía los planos de la Estrella de la Muerte en
R2, aquí tenemos al piloto Poe Dameron consiguiendo el mapa que puede señalar
dónde está Luke Skywalker y lo guarda en su BB8, una especie de versión
modernizada de R2 (que demuestra ser menos útil que nuestro astromecánico
favorito). De ese inicio, me quedo con las dudas del que llamaremos Finn y, por
supuesto, la primera aparición de Kylo Ren, deteniendo un disparo láser, con su
espada con empuñadura y que recupera un aspecto siniestro que evoca a Vader,
aunque con una máscara digna de Darth Revan, uno de los antiguos señores del
Sith. Desde las primeras ideas que vemos en el libro del arte, se barajaba
tener a un cazador de Jedi que imitase a Vader. El vínculo con los Skywalker se
me antoja interesante y me recuerda al personaje de Jacen Solo del antiguo
Universo Expandido. Me falla el diseño de la máscara, que vemos más
desarrollado en otros modelos del libro de arte: Abrams prefiere lo minimalista.
Sobre Kylo
Ren, pienso que su evolución (a trompicones) en esta trilogía es uno de los puntos fuertes. En
El despertar de la Fuerza parece un cosplayer de treinta años que intenta
imitar a Darth Vader. Y, en parte, lo es. Es lo que le dice Snoke en la
siguiente película… Hasta Los últimos Jedi, no comprendí la carga de crítica de
este personaje que bien podría encarnar a los haters de las secuelas: alguien
que empieza adorando el pasado e intenta vengarse de todos sin llegar a ser él
mismo para destruir su presente. Creo que con un guion más desarrollado y que sacrificase bromas como ese
Kylo rompiendo la pared con el sable, se podría haber creado un villano más
centrado. Adam Driver es un grandísimo actor y hemos tenido muchísima suerte de
tenerlo en la saga, aunque no siempre el guion haya acompañado.
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Héroes y villano de esta nueva entrega. Fuente. |
Cuando
pasamos a Rey, tenemos una nueva esperanza en esa chatarrera que intenta
ganarse la vida en Jakku, ese planeta gemelo de Tatooine, entre las ruinas de
los destructores imperiales o, mejor dicho, entre las ruinas del pasado. Rey representa
a la gente común de la galaxia, que vive entre restos de viejas guerras e
intenta seguir con vida, como Shmi o Anakin. Curioso cómo Rey porta un bastón
que nos recuerda la idea que barajó Colin Trevorrow para su fallido cierre de
esta nueva trilogía y que le daba a Rey un sable de doble hoja. El tema que le
dedica Williams es maravilloso. Pronto, el guion nos deja claro su bondad
mediante la idea de salvar a un gato de Blake Snyder: si el protagonista hace
una buena obra en los primeros minutos, el espectador entenderá que es una
buena persona sin tener que decirlo. Ella lo hace cuando salva a BB-8. Por otra parte, mucho se
ha hablado sobre si Rey es una Mary Sue frente a Luke, al cual nunca se
cuestionó sus dotes ni se le consideró un Gary Stu. La idea de un nuevo personaje, femenino, admirado por los clásicos,
con grandes habilidades inexplicables y pasado misterioso levantó la ceja de muchos.
Personalmente, tengo una explicación que desarrollaré en la actualización de mi
crítica de Los últimos Jedi: como muchas otras cuestiones, la explicó Johnson
con una línea de diálogo de un personaje: Kylo y Rey están unidos y, a medida que Kylo se
vuelve más poderoso, Rey también aunque no sepa cómo. Sí, lo sé. No es una teoría perfecta. Me sigue generando dudas
sobre cómo Rey sabe manipular a soldados imperiales usando la Fuerza si no ha
visto a otro Jedi hacerlo, ¿quizá lo descubre a través de su conexión con Kylo
Ren? Que cada uno decida si lo compra. Prefiero esta explicación a la que ha
dado recientemente (y con bastante mala baba) el escritor Alan Dean Foster, que realizó la
adaptación novelística del Episodio VII y ofrecía como solución unos implantes robóticos en el cerebro de Rey y dignos de Cornelius Evazan.
Rey se
encontrará pronto con Finn, el desertor, que me parece un personaje fantástico
como idea, aunque se podría haber desarrollado de una forma mejor. ¿Profundizar en la psique de un soldado imperial y darle trasfondo a estos tipos que morían sin más en la trilogía clásica? Perfecto. Que se olvide de su evolución lógica y falten piezas, más cuestionable. Por ejemplo, Finn se
niega a matar a inocentes, pero luego no duda en tomar un bláster y disparar a
soldados de la Primera Orden como lo era él poco antes. Pienso que algunas
escenas con más calma podrían haber hecho que este aspecto estuviese mejor
desenvuelto. Con Finn se barajaba el tema de la redención, pero está mejor
mostrado en otros personajes. El escritor de la novelización del film es más duro:
What I would say to Disney is do not bring out a Black character,
market them to be much more important in the franchise than they are and
then have them pushed to the side. It’s not good. I’ll say it straight
up.
El nuevo
personaje que queda más relegado es Poe Dameron y es una lástima porque Oscar
Isaac borda su papel como carismático piloto de la Resistencia. He entendido
finalmente que su ausencia se utiliza para jugar con el cliché del personaje honorable
que se da por perdido y es suplantado por uno de bajo nivel, un recursoque vemos
en las historias medievales que alimentaron obras tan dispares como El
caballero de los siete reinos o Destino de Caballero. Sin embargo, la carencia
de una buena explicación al regreso de Poe, me escama sobre todo cuando
perdemos a un personaje tan interesante.
Para abreviar, la idea de
que la película esté protagonizada por una joven chatarrera con un gran destino
y un soldado imperial que deserta y se hace pasar por un piloto de la
Resistencia me parece más interesante que lo que finalmente obtenemos. Si bien
la marca de sangre en el casco de Finn parece icónica, que Poe sea capaz de reírse del malo malísimo en su cara y Rey luche contra su deseo de saber de dónde viene, es una lástima que los
personajes de Abrams no se salga más de las líneas preestablecidas, que no desarrollen su potencial dramático. Si bien
George Lucas siempre dijo que Star Wars rimaba, en este caso, es que muchas
cuestiones se repiten como un estribillo poco elaborado o como una canción preparada para ser un hit, pero no un clásico.
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El regreso de la franquicia trajo un gran éxito, pero ahora parece haberse convertido en polémica. Fuente. |
La película
suele funcionar cuando recupera algún elemento clásico y le hace justicia. Por
ejemplo, ese montón de chatarra que es el Halcón Milenario. Recuerdo escuchar
aplausos cuando apareció en la gran pantalla. Aplausos que se repitieron cuando
aparecen de nuevo Han Solo y Chewbacca con ese «estamos en
casa». Sobre Han Solo, aparte de que Ford
consiguió su petición del Episodio VI (ya me entenderéis), siempre es genial
ver el carisma que desprende:
aquí es interesante su discurso meta, cuando vemos cómo pasó de solo confiar en
la suerte en la película original a creer en la Fuerza. Si bien la marcha de
Luke Skywalker ha generado más polémica, parece que no ha logrado tanta el
fracaso de Han: de ser un cabecilla de la rebelión y esposo de la general Leia
Organa a fracasar como padre y volver a ser un mercenario tras sufrir la
tragedia personal de la pérdida de su hijo. Sinceramente, viendo nuestra
realidad, me parece lógico.
Como todo en la película, lo clásico es
tratado con cierto carácter mítico, aunque no siempre se le haga justicia. En
los cómo se hizo se habla de que el Episodio VII iba a estar dedicado a Han
Solo, el VIII a Luke y el IX a Leia, aunque este último tuvo el problema del inesperado
fallecimiento de nuestra princesa, Carrie Fisher; muchos pensamos en si no
habría sido mejor explorar a los tres personajes de nuevo juntos, e igual que a
ellos, juntar a Poe, Rey y Finn antes, ya que la película tarda demasiado en
crear esa conexión que sí tenían Leia, Luke, Han, R2, Chewie y C-3PO en la
película original. Sí subyace la sensación de vejez, de deconstrucción de los
mitos, incluso en lo más simple, cuando vemos al viejo Chewie que, aunque sin
canas, sí recibe el disparo de uno de sus enemigos.
A partir de
la llegada de Solo y Chewie, tenemos un par de escenas que abrazan la aventura,
como la llegada de las dos pandillas que buscan a Solo y que nos dejan entrever
que tiene los mismos líos que tenía con Jabba aunque sin pasar por carbonita,
pero sí perdiendo el Halcón. Por desgracia, a partir de ahí es cuando la
película empieza a perder energía para mí. Lástima, porque hasta ese punto, aún
con defectos, me parecía disfrutable. Luego, se vuelve más tediosa.
Por
ejemplo, la creación de una nueva Estrella de la Muerte me parece delirante.
Mucho se criticó a George Lucas por una Segunda Estrella de la Muerte. Durante
años, lo hemos visto como uno de los fallos de El retorno del Jedi, incluso
entre los fans. En El despertar de la Fuerza se opta por un planeta
reconvertido en Estrella de la Muerte al que llaman Starkiller (en honor al apellido
del protagonista del primer borrador de Star Wars). Y por mucho que sea base
Starkiller y destruya planetas de tres en tres, sigue siendo… una Estrella de la
Muerte. No lo digo yo, un personaje en el concilio donde aparece Leia, Ackbar y
compañía lo dice: «otra
Estrella de la Muerte». Puedo creerme que personajes nostálgicos del Imperio
como el Cliente de The Mandalorian confiasen en recrear una vieja arma para
traer gloria a la Primera Orden, pero, desgraciadamente, la idea me parece poco
original y lógica incluso en este mundo. Sí, la escena en la que destruye los
planetas de la República y vemos a Ren consumido por el color rojo (la sangre,
su sable, el rayo) me parece interesante, pero no me justifica tanta
reiteración.
De igual
manera, el Líder Supremo Snoke es una mala copia de Palpatine. No solo en un
concepto metafórico, sino también literal como acabamos viendo en las
siguientes entregas. Se esperaba más de este personaje y lo que obtenemos en
una nueva versión, aunque sin la gracia del Emperador. Desconozco si estaba
pensado que fuera una especie de marioneta desde el principio, un remedo de
Imperio Oscuro, pero me cuesta encajar que Snoke quisiese destruir a Rey si
sabía que era la heredera de Palpatine y podía llevarla hasta Exegol y darle su
poder. Imagino que una serie televisiva lograría explicar este punto o desarrollar que Snoke tenía pensamiento propio. Eso
espero.
Hablando de esto último, muchas
personas se han quejado de que las secuelas hacen que la trilogía original no
sirva para nada: Darth Vader no logró destruir al Emperador ni Luke al Imperio.
Me parece demasiado simplista. Las secuelas buscan aportar una visión
crepuscular que, aunque no siempre acierta, también genera nuevos debates como
¿sabe la galaxia sobre la redención de Vader y, si es así, por qué Kylo Ren
piensa que su abuelo es un ídolo? Más tarde, pensamos que las voces de
Palpatine jugaron con esa versión, pero se echa en falta cierto contexto. Más
arduo es explicar por qué el espíritu del auténtico Anakin no se le apareció y le dejó un
par de cosas claras a su nieto.
Siguiendo
con los villanos, es una lástima que el personaje de Hux se convirtiese en una
molestia. Al comienzo, parece una rata carismática dando discursos fastizoides
e intentando escalar puestos. En Los últimos Jedi ya se tendía hacia la
autoparodia y, en El ascenso de Skywalker, J. J. se lo quita de encima, como un
niño que recupera un juguete y prefiere romperlo tras que otro chaval haya jugado
con él. Si alguien prefiere una historia similar, pero mejor tratada, sobre
redención, tenemos al personaje de Kallus en Rebels.
Algo
similar ocurre con los secundarios del otro bando, como es el caso del
personaje de Maz Kanata, que regenta ese refugio con música alien de Lin-Manuel
Miranda y que se suponía que debía ser un personaje sabio que nos transmitiese
lo que nos transmitió Yoda, con su saber y su excentricidad, pero no pasa de
ser un alarde técnico que habla con enigmas y no acaba de atraer al espectador,
pese a que en Star Wars: Fuerzas del Destino y similares se la haya
intentado reivindicar. «¿Quién es
la chica?», llega a
decir intentando generar la sensación de que hay un plan sobre quién es Rey.
Spoiler: no parece que lo hubiera (recordemos que se rumorea que se llegó a
barajar que Rey fuera una Kenobi, ¿será por eso que es la primera voz que escucha al tener la visión?).
Al menos
las visiones sirven para impulsar la trama y hacer que Rey se quede sola y
tenga que aceptar su destino. Lo rechaza. Es otro de los puntos del viaje del
héroe. Su obsesión con sus padres me resulta
interesante, sobre todo cuando Maz le dice: «El origen que buscas no está
detrás de ti, sino delante», que recuerda a aquel Yoda que le pedía a Luke que
se centrase en presente.
Pero El despertar de la Fuerza pierde el ritmo a partir de
esa hora, pese a la batalla fuera del refugio de Maz y la aparición de los
cazas de Leia, con reaparición de Poe desaprovechada. El reencuentro de Han y
Chewie con C-3PO y Leia resulta cálido, el descubrimiento de quién es Finn
es insípido y el cruce de Rey con Kylo parece lo más interesante. Ya que
hemos mencionado a C-3PO, debemos hablar de R2 y, aunque entendemos las
intenciones de Abrams, es una lástima que se desaprovechen a los dos personajes
que Lucas consideraba el alma de la saga.
Me parece más interesante la parte humana: el matrimonio
roto por el fracaso y la pérdida de un hijo. Sí, esto es Star Wars, pero
profundizar en sus lecturas es uno de sus puntos positivos como aficionado. El matrimonio de Han y Leia acabó
volviendo a lo que mejor se le daba hacer a cada uno: Leia como general, Han
como contrabandista. «Siempre he odiado verte partir», le dice Leia a Han en
seguramente uno de los mejores momentos o, al menos, uno de los más humanos. Como
decía al principio, nunca hay finales felices para los héroes, aunque no
pierdan la esperanza y crean que se puede ayudar a Ben. El «aún hay luz en él»
que sostiene Leia, bien recuerda a aquella frase que dijese Padmé de que
todavía había bien en Anakin en La venganza de los Sith. Ambos pensaron quizás
en que ese niño debía llamarse Ben, como aquel Jedi que salvó a Leia, porque
quizá ese bebé podría salvarlos a ellos, una pareja de una princesa y un bribón
que es quizá más de un cuento que de un film. Esto sí me parece una rima interesante
y no una copia. Algo similar me ocurre cuando Kylo presiente a Han en la base
como Vader presentía a Obi-Wan en la Estrella de la Muerte. No será la última
vez en que se tiendan paralelismos con ese duelo, aunque aquí será más bien un
momento de reencuentro entre padre e hijo que acaba con Kylo intentando romper
los grilletes de su pasado y nos conduce a la muerte de Han, con el estallido
de rabia de Chewie y el dolor para los seguidores. La fotografía en la escena
de la muerte es maravillosa, al igual que la idea de que Leia «ve» la muerte
como Yoda sentía la muerte de los Jedi y que nos deja entrever que ha seguido
los caminos de la Fuerza.
De ahí llegamos al duelo entre Kylo, Finn y Rey que, aunque
nos obligue a suspender un poco más de la cuenta la credibilidad, vemos algunos instantes
conseguidos en ese bosque de árboles raquíticos, nieve, noche y sables láser. Aquí nos
demuestran que Kylo no puede ser Vader y ese ese su gran fracaso. El instante
en que Kylo intenta recuperar el sable de Anakin pero vuela hasta Rey me parece
el mejor de la cinta. Si la cinta fuese más valiente, más allá de destrucciones
y victorias pírricas, quizá habría valido la pena que viéramos a Rey cruzar el
camino hacia el Lado Oscuro como se insinúa en ese duelo y contemplásemos, inesperadamente,
el ascenso de una Sith. Parece que la idea subyace, pero no del modo que
imaginábamos.
De ahí se parte a un final con Finn recuperándose, Poe
victorioso y una Rey que se marcha en busca de Luke tras que, oportunamente, R2
se reactive. Por suerte, la música de Williams y la atmósfera mágica de Ahch-To
nos da una de las escenas más simbólicas de la película, con Rey pasando el
sable, como una antorcha, a la antigua generación, al mito representado por
Luke… Más tarde, deberá aprender que será ella misma y su nueva generación
quien también tome partido en esta guerra.
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El despertar de la Fuerza devolvió la saga galáctica a la gran pantalla. Fuente. |
Es
indudable que toda esta trilogía está llena de huecos que cada uno debe
intentar rellenar. El despertar de la Fuerza más si cabe. ¿Cómo resurgió la Primera Orden? ¿Cómo escapó Poe Dameron?
¿Quién hizo el mapa de Luke? ¿Qué pasó con el sable de Luke? ¿Qué son los
Caballeros de Ren? ¿Quién es exactamente Lor San Tekka, el personaje que interpreta Max Von
Sydow? ¿Qué le ocurrió a R2-D2? Una cuestión es jugar con la ambigüedad, otra
es que al puzle le falten demasiadas piezas. Muchas de estas cuestiones se
desarrollan en cómics, novelas, películas… No es nuevo, pero aquí entorpece más
el desarrollo de la obra, mientras que en las precuelas, muchas veces, se podía
omitir acudir a fuentes externas (aunque también teníamos el caso del problema
de Kamino, Darth Tyrannus y cía). No es la primera vez que Star Wars deja que
cómics, series o libros rellenen los huecos. El ejemplo claro de todo esto está
en Boba Fett: aparece en el especial navideño como un dibujo animado, comienza
la campaña y, en El Imperio contraataca, lo vemos poco, pero lo que vemos
reafirma nuestra idea de un cruel cazador de recompensas, arrogantes y digno
del western. En cambio, en 2015 se intentó replicar el efecto con la Capitana
Phasma, su armadura cromada y su capa; se añadieron a las figuras y pósteres,
un cómic continuación de su historia (ya que se la quitan rápido de en medio) y
una novela, pero el personaje hacía poco en la película, acababa traicionando
sin más y no aportaba demasiado a la cinta. Es más, quizá el tiro salió por la
culata, porque he conocido a gente que recuerda más al soldado imperial random
que llama a Finn «¡traidor!» que a personas que echen de menos a Phasma.
Para mí, el
mayor problema de un director como J. J. Abrams es su falta de inventiva a la
hora de llevar a cabo el universo Star Wars a la gran pantalla. Los directores
de The Mandalorian, Rian Johnson, Irvin Kershner o el propio George Lucas
apostaron por una puesta en escena y unas historias que no se acobardaban,
siempre dentro de los canones de la saga, pero aquí encontramos una propuesta
seguramente más nacida de las reuniones del equipo de marketing que de la
inspiración de un artista. ¿La falta de pasión se debe a Abrams o a Disney? ¿Quién sabe? En su labor de dirección, Abrams es solvente… y punto. Hay
muchos aspectos discutibles del uso que hace de la puesta en escena y sobre
todo de un montaje que cuando rompe con la saga, tampoco es que aporte nada
realmente interesante.
Puede que
otro fallo de las secuelas se daba a la falta de planificación de las tres
cintas. Como ya he dicho alguna vez, se debería haber tenido a un showrunner
que controlase las líneas principales. O un mismo director y guionista.
Romperé una
lanza a favor de la película y prometo que es una cuestionable: quizá las
expectativas juegan en contra de El despertar de la Fuerza. Todos nos inventamos nuestra
continuación de la saga. En ocasiones, incluso tuvimos cómics o libros de lo
que vino después y que, por mucho que dejasen de ser canon, nos había influido.
Todos nos subimos al carro del hype y esperamos grandes cosas. Todos teníamos
nuestro propio Star Wars en la cabeza. Y, lamentablemente, una película no nos
puede satisfacer a todos.
Entre los
aspectos positivos de esta película está también la banda sonora de John Williams.
Aunque no cuenta con un tema tan icónico como Duel of the fates o La marcha
imperial, sí tiene el tema dedicado a la Resistencia, la Primera Orden, Kylo
Ren o Rey, que después de un par de veces, se enganchan a nosotros y recuperan
temas de las precuelas y la trilogía clásica. Siempre es una buena noticia
tener una nueva banda sonora de Williams.
El debate
más reciente sobre El despertar de la Fuerza y sus continuaciones es sobre si
hay que descanonizar estas secuelas. Ya he hablado de ello, pero seré más
pragmático. Aquel 2015 trabajaba en una tienda que vendía películas,
videojuegos, discos… Recuerdo que durante aquella campaña de Navidad, una de
las películas que más se vendió fue Transformers. Sí, sí, Transformers. Pese a
las críticas sobre Michael Bay, sus guiones, sus explosiones, sus malas reseñas…,
la gente quería Transformers. Y les daba igual lo que tú o cualquiera de
Internet pensase de ellas. Lo mismo ocurre con la descanonización. Hay
problemas más reales que una polémica creada por unos cuantos con mucho
aburrimiento. Y esto es así frente al consumidor más amplio, el que no es fan y
le da un poco todo igual.
Si vuelvo a
aquella noche de diciembre de 2015 en la que fui a ver El despertar de la
Fuerza con toda la ilusión del mundo, recuerdo la sensación de decepción cuando
concluyó la película, pero la gran aceptación que tuvo en la comunidad fan. Pensé
por un momento en si eso habría ocurrido con la denostada La amenaza fantasma
de Lucas, ¿pudo el marketing ganarle al sentimiento de los fans? Sin embargo,
creo que La amenaza fantasma tenía más alma que El despertar de la Fuerza. No obstante,
también reconozco otra cuestión: puede que ya no pertenezca a la nueva
generación que descubre esta saga a través de estas secuelas. Yo crecí con
las precuelas y tuve que soportar mucha campaña de odio hacia ellas. Puede que
muchos fans de las secuelas se encuentren en lo mismo. En cualquier caso, lejos
de extrañas guerras, creo que es más importante quedarse con una cuestión: a todos
nos gusta Star Wars.
2015 trajo
de nuevo Star Wars a la gran pantalla con El despertar de la Fuerza. Y fue un
éxito en crítica y público, regenerando el fenómeno, aunque fuese con un
carácter más monetario que cultural. Muchos aficionados, sin embargo, tendríamos
que esperar dos años a una nueva película que quebraría el fandom de
Star Wars (o eso se cree): Los últimos Jedi de Rian Johnson, la mejor de las
secuelas.