Milky Way ha editado el manga El club del suicidio de Furuya en nuestro país. Fuente.

Poco antes
del estreno de la película El club del suicidio (Jisatsu sâkuru,
Sion Sono, 2001), el mangaka Usamaru Furuya recibió la propuesta de
tomar la premisa y algunos momentos del film para concebir su propia historia.
En pocas semanas, Furuya articuló un relato sobre la adolescencia, la
muerte y el horror que, por suerte, no se quedó solo en un producto de mercadotecnia
más, sino en una impactante obra, que no es apta para todos los lectores.. Recientemente,
la editorial Milky Way lo ha traído a nuestro país.

El manga
arranca con un grupo de chicas de instituto en el metro. Después de sacarse una
foto, saltan hacia las vías justo cuando pasa el tren. Sus cuerpos quedan
destrozados, tal y como querían. De ellas, solo sobrevive Saya, una
joven con tendencias autodestructivas, que, pronto, empieza a convertirse en un
ídolo en Internet y forma un nuevo grupo de jóvenes que rinden culto a la
muerte. Saya toma el nombre de Mitsuko, la antigua líder del club
de las suicidas que murieron en el metro. ¿Qué planea la nueva Mitsuko?
¿Volverá a repetirse la tragedia? Una amiga de la joven, Kyoko,
intentará detenerla, pero ¿qué hay tras este siniestro culto a la muerte?

El suicidio de cincuenta y cuatro chicas es el punto de partida del manga El club del suicidio. Fuente.

Horrores
cotidianos

El club
del suicidio
, como indica su propio título, es una lectura dura:
no por su complejidad, sino por los temas que toca. Por supuesto, no es una
obra recomendable para lectores que estén pasando por un mal bache o para
adolescentes que no comprendan que estamos ante una especie de creepypasta
y no ante una especie de manual. Como siempre, para esquivar esta bala, hace
falta una labor de pedagogía sobre la ficción y el recurso de la suficiente
atención psicológica de las personas que se acercan a obras de esta temática
viendo en ellas un espejo y no meramente ficción.

El manga
de Furuya contiene alusiones a la prostitución, las autolesiones y otros
horrores que están a nuestro alrededor, aunque no queramos verlos. El
corazón de la historia está en la adolescencia y cómo una amiga intenta a
salvar a otra que se ha perdido entre la perversidad y el horror que habita en
nuestra sociedad.
No hablamos de fantasmas ni monstruos, hablamos de
nuestros propios demonios, que campan a nuestro alrededor, condenándonos a los
verdaderos miedos. Y la pregunta regresa una y otra vez: ¿podemos salvar a
alguien? Eso es lo más interesante del manga y, por desgracia, es uno de los
elementos que Furuya no desentraña como debería.

Furuya,
olvidándose del drama o el thriller de la premisa, incluye algunos
elementos sobrenaturales por medio de lo onírico e imágenes muy potentes, como
el encuentro de una de las protagonistas con una extraña niña en el metro, una
niña que recoge el verdadero mensaje de la obra: ¿se acepta a sí misma? Para
mí, el elemento sobrenatural se lo podrían haber ahorrado o jugar con la
sutilidad: ¿existe en realidad dicho elemento? Hubiese sido más interesante “una
vuelta de tuerca” a lo Henry James, que jugar a ser la Tomie de Junji
Ito
. Pese a la superficialidad de Furuya, el autor sí que dispone de un
terror que se basa en los tabúes y los problemas de nuestra sociedad (el
auténtico miedo), aunque, una vez más, se conforma con el golpe de afecto para
el lector más impresionable que cualquier otra cosa.

El manga toma como punto de partida la película homónima de Sion Sono. Fuente.

 Banalidad

Sobre el
dibujo de Furuya, es correcto pese a las prisas de entrega, con un buen
ritmo de composición, y sirve para reflejar todo lo oscuro de este manga; hay
varias viñetas, incluso, que por una cuestión de buen gusto, se podría haber
ahorrado. Recordemos que más vale insinuar que mostrar, pero el mangaka es más
partidario de zarandear y golpear al lector. Más allá de esto, el propio Furuya,
años después de la primera edición, redibujó algunas páginas y viñetas que no
le habían terminado de convencer.

A nivel
argumental, las prisas también se notan en que hay alguna subtrama que queda
algo descolgada, como la referida al extraño profesor que ha descubierto los
secretos de las suicidas. Su final se antoja precipitado y el plan de las futuras
suicidas para destrozar su vida es un recurso vacuo, que no se extiende como
debería. Del mismo modo, la aparición de la policía y los detectives es casi
anecdótica. En el epílogo, el propio mangaka reconoce que hay ciertos elementos
que se incluyeron como guiño a la película, pero, realmente, el lector no los
aprecia en demasía. El club del suicidio habría ganado más si
hubiese contado con esas páginas para narrar temas verdaderamente interesantes:
¿qué supone para la sociedad el suicidio de un grupo de adolescentes? ¿Qué
lleva a estos jóvenes a unirse al culto? ¿Qué impacto tiene en las familias?

El manga se basa en sacudir al espectador, pero no profundiza auténticamente en el horror que busca retratar. Fuente.


 

La obra
consta de un solo volumen, pero el lector es consciente de que su número de
páginas era el suficiente para haber profundizado más.
El nivel
de transgresión de un tema como el suicidio adolescente se queda precisamente
en un adolescente gritando y llamando la atención; no consigue que empaticemos
ni comprendamos realmente el dolor de estos personajes. El gran problema de El
club del suicidio
es que no existe dicha reflexión sobre lo que leemos,
todo va con prisas. Solo tenemos flashbacks y golpes de efectos que
desagradan y causan inquietud en el lector, pero que no terminan de aprovechar
una premisa lo suficientemente perturbadora. Esto nos conduce a un tercio final
más predecible y la idea que finalmente queda parece que funciona mejor como un
cortometraje o un cuento que como una obra larga.

Cuando más pienso en este manga, más frustrante me parece al no saber cómo desarrollar una idea tan potente, quedándose en la mera banalidad de una temática muy seria. Si el autor rechaza el compromiso de una historia tan dura para crear un relato de terror, al menos podría haber intentado que fuese un buen relato de terror, pero, como en toda película de miedo regulera, más allá del susto de turno, al final, lo que queda es mero artificio por encima de la pura simpleza. No hay huella, no hay poso, solo una atracción de feria.

El club
del suicidio
es un manga perturbador que, aunque no aproveche
del todo su macabro punto de partida, sí explora una temática siniestra. Furuya
nos habla de los horrores que, aunque no aparezcan a simple vista, están ahí, a
nuestro alrededor, para todos aquellos que estén dispuestos a verlos. Una vez
los vean, ya será imposible obviarlos.

Calificación:
Carlos J. Eguren
autor@carlosjeguren.com
¡Cuidado! No leas esta biografía. ¡Te he dicho que no la leas! Si la lees, estarás condenado… En serio… ¿Sigues leyendo? Luego no me digas que no te lo he advertido: Carlos J. Eguren está muerto, solo que no se ha dado cuenta y sigue escribiendo desde ultratumba. Es escritor en Castle Rock, profesor en Arkham, periodista en Midian, divulgador cultural en Carfax, juntaletras en el omniverso y pasto de los gusanos en todas partes. Ha publicado cuatro novelas: Hollow Hallows, Devon Crawford y los Guardianes del Infinito, El Tiempo del Príncipe Pálido y La Eternidad del Infinito. Ya prepara mediante ouija sus próximas historias que formarán parte del libro de los muertos. Espera volver a aparecerse cuan primigenio cuando pueda escaparse de R'lyeh… Ahora ya has leído su biografía, ahora ya estás maldito. ¡Bienvenido!

Deja un comentario