¿Y tú, escritor? ¿Cómo organizas tus ideas? ¿Cómo te documentas? ¿Qué haces, más o menos, antes de ponerte a teclear como si una musa te torturase? Recupero esta columna que escribí hace mucho tiempo y que es una defensa del proceso de documentación y planificación que, pese a que algunos lo consideren el más aburrido, para mí suele ser el más divertido.
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¿Por qué debemos documentarnos o planificar una historia? Fuente: Pixabay. |
Esta semana
hablé con un compañero juntaletras sobre la importancia de la documentación y
la organización de las ideas dentro del proceso creativo, no solo de una novela
sino también de un relato. Sé que esta columna se transformará en ensayo sobre
la técnica con tanto de opinión que los defensores de los escritos más
científicos desearán patearme la cara (que se pongan a la cola, bastante larga
la última vez que la miré). Por tanto, yendo al grano, la cuestión: ¿es tan
importante la planificación, la documentación y poner algo de orden a las
ideas? A la que podría añadir otra básica: ¿cómo te encargas de que
ambas tengan algo de sentido a la hora de escribir?
Hablaré de
esto desde mi punto de vista (por desgracia, el carnet de poderes psíquicos no
me llega hasta la próxima semana).
Si me pongo
bohemio (y sí, a veces me pasa), diría que esta parte del trabajo es importante
(oh, ¡albricias!). Documentarte es crucial no solo para escribir, sino desde
que te levantas de la cama, porque es vivir. Lo que leemos en Internet, lo que
vivimos con nuestros seres queridos u odiados, los golpes que recibimos sin
querer, ese plato de comida tan horripilante, esa sensación de ahogo cuando te
rodea mucha gente… Estas circunstancias ya son documentación. Tarde o temprano
aparecerán en tu obra, de una manera u otra. “Un escritor es la suma de sus
experiencias”, que suelta el personaje de Kinnear en The Writers. No penséis
que por esto defiendo el realismo fehaciente al cien por cien; sin imaginación
creo que la literatura no podía llegar a
nada, porque es un arte y el motor del arte es la ficción. Todo el arte
pienso que es ficción, por cierto, aunque puede que me desvíe del tema (y el
mono que sujeta la ballesta, la nueva mascota de mis editores, no quiere que me
desvíe del tema porque se ensuciaría acabando conmigo… Ups, divago).
Niego que
haya que meterse en la piel de un personaje y empezar a vivir como él… al
menos, no siempre (experimentar es divertido). No me imagino a Ian Flemming
convirtiéndose en un mujeriego con problemas con las drogas y los servicios
secretos como su famoso James Bond. No me veo tampoco a Howard
desenvainando una espada e impartiendo su ideal a espadazos. No pienso que Mary Shelley se dedicase a arrancar pedazos de cadáveres para hacer manualidades
que revivir… No obstante, las películas, novelas y demás nos venden en muchas
ocasiones todo ese tema de afrontar la vida a partir de nuestros personajes,
comportarnos como ellos. Es algo peligroso transformarse en ficción, considero
que todos los escritores lo hemos hecho en alguna ocasión, la realidad es la
ficción compartida, no obstante. No pienso que sea un consejo necesario. No
somos Daniel Day-Lewis ni seguimos el método Stanislavski. No
siempre, al menos.
Pese a que suelo
defender la idea de que no es bueno crear personajes a imagen de alguien real,
he llegado a considerar que tarde o temprano algo de ellos se cuela a la hora
de crear situaciones y concebir algo distinto. La imaginación nos permite no
retratar las cosas tal y como creemos que son, sino de una manera diferente.
Sin imaginación, nuestros ancestros no se hubiesen dado cuenta que erguirse
para subirse a los árboles y escapar de las bestias prehistóricas era una buena
técnica para empezar a caminar.
Hasta aquí,
los que seguís leyendo, quiero pensar que nadie se ha perdido. En resumen, las
vivencias de los autores son parte de la documentación necesaria para la
novela. También las que pueda incluso imaginar o soñar, no creo mentir a nadie
cuando digo que trabajo con ideas surgidas de sueños ajenos o propios en muchos
casos. Morfeo, lo siento.
Aparte de
lo que nos hace surgir la idea y demás, la documentación tiende a verse como un
montón polvoriento de papel y libros inservibles. ¿Recordáis cuando Gandalf
está en las cámaras de documentos de Minas Tirith en la adaptación de LaComunidad del Anillo, cuando descubre lo escrito por Isildur?
Pues así, la documentación parece eso. Entiendo la documentación no como un
montón de libros sino también de películas, cómics, pinturas, imágenes… Y,
recordad, escribir es duro, pero hay que divertirse también. Cualquier cosa que
encienda tu mente y tenga utilidad para lo que desempeñarás después es crucial.
Si escribes una novela surrealista, creo que la única documentación que
necesitarás será tu mente en pura escritura automática. Si escribes una novela
histórica, deberás apilar un montón de libros, películas… y también hablar con
numerosos historiadores y gente que pueda ayudarte (las entrevistas son también
documentación). Si escribes ficción, creo que también necesitas asentar unas
bases; por ejemplo, necesitaba una frase que sirviese como lema de bienvenida
de un lugar horrible que he creado y lo encontré leyendo una cita de Ambrose
Bierce. Sea cual sea el género, necesita un poco de trabajo, a veces a través
de estos apéndices y en otras ocasiones a través de nosotros mismos; por tanto,
para mí es muy necesario todo este rollo que os estoy soltando.
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Ganfalf también se documenta y organiza sus ideas. Fuente. |
¿Y cómo me
documento para un relato o una novela y cómo organizo las ideas? La respuesta
puede parecer extraña, porque es cambiante según la obra; cada una es
diferente. Preguntar por un método exacto en la literatura (y más si pretendes
no repetirte, sino transformarte siempre) es complicado, ya que no preguntarías
a una pareja con seis hijos si utilizo la misma postura, día o forma para
concebir a sus hijos. O si lo preguntarías, en tal caso, serías alguien tan
indiscreto…
No importa.
Cuando estoy con un relato, las ideas surgen de muchas conversaciones, a veces
de otras obras que leo… Da igual, tengo esa breve idea y la escribo en mi
libreta o salgo corriendo y la escribo en un archivo de procesador de texto.
Por el camino, si necesito documentación, me documento donde sea: películas, documentales, libros, entrevistas, charlas… Si tengo
tiempo y ánimo (algo de lo que carezco a veces), suelo ponerme manos a la obra
tras redactar un párrafo donde más o menos sé todo lo que contaré, aunque
siempre lo dejo bastante abierto para sorprenderme (necesito entretenerme a mí
mismo o esto no sirve de nada).
Un ejemplo
de idea sería:
“Un
ornitorrinco zombi que decide ajustar las cuentas con su creador”.
Un párrafo
a desarrollar sería:
“Un
ornitorrinco, que cuestiona su existencia, es atropellado por un coche. Regresa
a la vida porque ha muerto en Halloween y tiene algo que hacer: plantar cara a
su creador. Durante una ardua batalla contra las fuerzas de la naturaleza, se
encuentra con un bufón al que le pregunta por el origen de cada una de sus
características únicas. El bufón dice que le puso colmillos porque era una
buena broma. El ornitorrinco le acaba arrancando la cara al bufón de un
mordisco y lo infecta de un virus que los convierte a todos en ornitorrincos.
Será un mundo mejor y feliz donde vivir y morir. ¡Temed!”.
[Sí, esto
es escritura automática. No he bebido ni fumado nada].
A partir de
ese resumen escribiría con toda la prisa que pudiera, intentando no dejarlo a
medias. Si no estoy predispuesto, lo dejo reposar un tiempo. Luego, cuando
tengo ganas, regreso a él o lo mezclo con otra idea. Pese a eso, hay ocasiones
en las que llevo tanto tiempo pensando en una idea que me pongo a escribir y
tengo un relato de once páginas tras pasarme tres horas escribiendo. Me ocurrió
con Solo sabemos que estamos aquí, que fue una idea que surgió de la nada, tan
poderosa para mí que cambié el relato que escribía, para perpetrar este.
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Malditos ornitorrincos zombis. Fuente. |
Sobre la
documentación por sí misma, muchas veces necesito buscar información para
escribir estos relatos y estas fuentes surgen de todos sitios. Suelo utilizar
bastante Internet para consultar algunas cosas.
En cuanto a
escribir novelas, a veces opto por eso que se denomina ser un escritor con un buen mapa. Planificas y planificas, te documentas y te documentas, y acabas pasando
un mes solo deseando poder completar esa historia como esbozo incluso antes de
escribirla. Eso está muy bien, te ayuda mucho (hacer fichas de los personajes,
resúmenes capítulo a capítulo, preparar datos, buscas fotos, creas una playlist…),
pero soy una persona inconstante y, a veces, me lleva tanto tiempo que doy un
salto hacia otra idea después de cansarme de esa para la que tanto me he
documentado. No obstante,
Patricia Highsmith comentó una vez:
«La idea debe ampliarse con personajes, con
marco, con ambiente. De lo que se trata es de vivir con los personajes
en su marco durante un tiempo antes de escribir la primera palabra».
En otras
ocasiones, me pongo bohemio (de nuevo, ¡noooooo!) y uso un poco de la
estrategia para los relatos y empiezo a escribir sin más, con un par de escenas
rondando mi cabeza que luego uno con el resto del follón, con toda esa
documentación que te has pasado días buscando. Ahora, he escrito una novela con
una breve sinopsis capítulo a capítulo y breves fichas de los personajes. Para
otra novela he preparado un buen resumen y bastantes fichas ya que hay demasiados
personajes, pero cumplen una función (algo esencial cuando el reparto se vuelve
coral). Para otra que estoy escribiendo y publicando bajo seudónimo solo puedo
decir que improviso a partir de un par de ideas y lo hago todo sobre la marcha
(y es la que más miedo me da escribir por un temido bloqueo o sin sentido). Son
diferentes métodos, cambiantes, pero me sirven para lo que hay que hacer:
escribir.
El proceso
de la documentación y la organización de ideas es antes, durante y después de
la escritura. No penséis que las cosas terminan y están acotadas porque sí, no
lo están y menos en la escritura, que suele ser salvaje pese a tanta técnica.
Si algo se te ocurre a la mitad de la historia o necesitas más información,
estás obligado a hacer caso a ese impulso. No se puede ser perezoso en la
literatura.
Por último,
no hay que temer a la documentación, demás procesos, y buscar vuestra propia
forma de escribir. Cada uno somos diferente y tenemos en nuestra mente nuestras
ideas con las que somos más efectivos.
Este es el mío, mi “método”, si tenéis otro, compartidlo y así podemos
entablar un buen diálogo donde aprender un poco más.
Decía Chuck
Palahniuk que se lo pasaba mejor documentándose que escribiendo (sí, fue
durante una de sus novelas dedicadas al mundo del porno). No seré tan radical,
pero no hay motivo para arrancarse las venas a mordiscos cuando vas a
documentarte, escribir, ordenar ideas, generar otros pensamientos nuevos y
demás en una novela. Así que ponte a escribir y… ¡a jugar!